Culpa y suicidio. Proceso y fundamentos cerebrales
No falló nuestra intuición al pensar que La contra de La Vanguardia podía ser una fuente de inspiración para NeuroQuotient® e ir explicando los fundamentos cerebrales de la conducta. La entrevista de hoy, 16/01/17 a David Vann – «Tengo en mi familia cinco suicidas y un asesino.«, nos lleva a comentar el binomio culpa y suicidio.
En este caso, además, veremos un proceso de aprendizaje para no caer en el proceso limitador: culpa y suicidio. Con final en el suicidio, la más extrema limitación humana.
Reconocemos que el título del artículo “Tengo en mi familia cinco suicidas y un asesino” es impactante. Sin embargo, lo que nos arrastra a este escrito es como, David Vann, explica el proceso del suicidio de su padre y, luego, su propio aprendizaje.
El proceso del padre de David Vann.
Respecto a su padre, cuenta: ‘’Se juzgaba a sí mismo muy, muy severamente…. perfeccionista, se veía si mismo como un monstruo que actúa mal. … Se sintió culpable…desanimado, desesperanzado, … No se aceptó. … se pegó un tiro.
Las personas con tendencia al perfeccionismo, cuando algunas cosas no evolucionan como esperaban, es probable que manifiesten una alta sensibilidad a la crítica. A partir de ahí hay dos opciones extremas (y todas las intermedias): quienes culpan a los demás y quienes se culpan a sí mismas.
El proceso de auto-culparse lleva consigo un bucle de pensamiento negativo, de ‘rumiación’, del que cada vez es más difícil salir. Del ‘lo he hecho mal’, al ‘no valgo para nada’. Sin capacidad de cambiar el foco de atención. Cada vez la autoestima va disminuyendo.
Paso a paso es menor la capacidad de sentir atracción por algo, y menor la energía. La persona está en un proceso de depresión, de inhibición.
Y cuando el desánimo y inhibición son muy grandes, sin ganas de vivir ….
Las bases cerebrales de culpa y suicidio
Veamos, primero, que sucede con los animales cuando se encuentran con un peligro que les supera:
Cuando un animal no puede afrontar una situación ni atacando, ni huyendo, aún le queda una tercera opción automática: quedarse quieto, bloquearse.
Muy probablemente, los mismos sustratos cerebrales implicados en el bloqueo de los animales son los que se activan en los humanos en los procesos de inhibición total y de depresión.
Por cierto, el neurotransmisor primordial en la inhibición es la maravillosa (¿o no tanto?) serotonina, que juega un papel contrario al de la dopamina. Esta última es clave para la motivación de acercamiento, las ganas. Pero dejemos la serotonina, y sus contradicciones, para otro post.
Además, en la rumiación, los blucles de pensamiento negativo están soportados por el llamado ‘default network’, más activo cuando hay tendencia a la depresión. En el otro extremo está el ‘task network’, activo cuando realizamos una tarea.
Y el humano que no puede salir del bucle de pensamiento negativo, que no tiene ni ganas ni energía para ir hacia adelante, puede decidir acabar de inhibirse totalmente y … pegarse un tiro.
El aprendizaje de David Vann
David Vann acierta con el punto de partida: evitar el perfeccionismo.
Aceptar que podemos equivocarnos. Evitar auto-culparse y saber perdonarnos a nosotros mismos.
‘Hoy sé que todos fallamos, ¡todos! ¿Qué he aprendido?
¡A no juzgarme tan duramente! A perdonarme’
Toda una estrategia para salirse del proceso de la culpa y suicidio.
Pendiente …
Para otro momento queda preguntarse cómo influye la genética en los procesos cerebrales. ¡Cinco suicidas en la familia, son muchos!
Y el papel de la religión, tal como Vann apunta.