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La Manada inhumana en San Fermín, cerebralmente dispuesta a la violación

La Manada en Sanfermin

El caso de ‘la manada’ y su sentencia se ha convertido en mucho más que el tema de los últimos días. Todo el mundo tiene su opinión, y ha sido abordado desde muchos puntos de vista.  Ahora queremos añadir el de la neurociencia o de la neuropsicología.

Aunque un numeroso grupo de psicólogos y psiquiatras hayan ya publicado una carta con un enfoque similar, esperamos poder sumar a su aportación desde NeuroQuotient. Tal vez más respecto a los agresores. Lo escuchado se refería la víctima y coincide con nuestro punto de vista, y lo dejaremos para el final.

Fundamentos neuropsicológicos de la conducta en animales y humanos

Para argumentar sobre el tema es necesario que veamos primero una breve introducción acerca de los sistemas cerebrales que más influyen en la conducta de los animales (y de los humanos) y cómo se relacionan con ella.

La conducta animal se fundamenta en los sentidos, la memoria de especie y, sobre todo, en los sistemas de recompensa y de las amenazas. La de los humanos se distingue, para bien o mal, por la corteza prefrontal.

Los sistemas límbicos más importantes son el de recompensa y el de las amenazas. Ambos tienen la función de preservar la supervivencia. El primero favoreciendo conductas que aportan placer y el segundo minimizando el daño y el dolor.

Las conductas relacionadas con el sistema de recompensa tienen que ver con la alimentación y la reproducción. Mientras las que hacen frente a las amenazas pueden ser de tres tipos: lucha (fight), huida (flight) y bloqueo (freeze). El bloqueo se da cuando la amenaza es muy grande y ni la lucha ni la huida son opciones pertinentes para la supervivencia. La conducta instintiva de bloqueo se da, por ejemplo, en el conejo que se queda ‘parado’ ante los faros de un coche.

Los animales exploran el entorno de modo más o menos aleatorio. Captan señales con los sentidos y actúan en función de su memoria de especie y su conexión con los sistemas cerebrales anteriores.

El cerebro de los humanos -cómo ya hemos visto alguna vez- se distingue por la corteza prefrontal (CPF). La que aporta  las capacidades de pensar, aprender, planificar, proyectar, etc. Gracias a ella ya no exploramos de modo tan aleatorio, sino que podemos dirigir nuestra atención. Además, no sólo exploramos hacia el exterior, también lo hacemos interiormente. El cerebro humano no distingue entre lo que percibe directamente de lo que recuerda y/o imagina.

A partir de ahí, podemos pensar que la corteza prefrontal en los humanos debería servir para gestionar, incluso controlar, los instintos más animales. Pero en algunos casos sucede todo lo contrario. Los potencia en lugar de modularlos.

La manada de lobos

Volvamos a los animales. Pesemos en una manada de lobos y en dos conductas que se dan en ellas y que a veces confundimos con conductas de lucha.

Un lobo lucha con otro o ataca a un cordero motivado por el sistema de recompensa y su instinto de supervivencia

Cuando un lobo macho se enfrenta a otro lobo por el control de la manada, lo hace con un propósito reproductivo (instintivo), de que prevalezcan los genes del más fuerte.

Por otra parte, cuando los lobos atacan en manada a unos corderos, su propósito (instintivo) es el de alimentarse.

En ambos casos se trata de supervivencia a través de conductas que aportan placer. Reproducción y alimentación. Es decir, relacionadas, motivadas, por el sistema de recompensa. Conductas, instintivas, repetimos, y sin consciencia del resultado placentero.

Y, claro está, los corderos percibirán a los lobos como una amenaza. Y que los lobos percibirán, también, a los humanos como una amenaza.

La Manada ‘inhumana’

Vamos al caso que nos ocupa. En un juicio deberían juzgarse sólo hechos. Pero no estamos en un juicio, así que podemos hacer interpretaciones.

Los humanos, a veces, potenciamos negativamente los instintos aprovechando la capacidad prefrontal

No es muy aventurado pensar que, en Pamplona, el grupo saliera con la disposición de localizar y cazar una hembra de su especie. Con el propósito de satisfacer su deseo consciente de placer sexual. No de su instinto de reproducción.

Con el añadido de que el animal humano es, seguramente, el único que emplea su instinto de lucha, individual y en grupo, para imponerse al congénere que percibe cómo débil. Así se convierte en una amenaza para sus víctimas.

Es decir, en este caso, se dan disposición y propósito consciente, prefrontal, de utilizar y potenciar los instintos relacionados con los sistemas de recompensa y de amenazas. El empleo de la corteza prefrontal de modo perverso. De ahí lo de ‘manada inhumana’. No se trata de una conducta animal, con motivación de supervivencia, como la de los lobos.

Manada inhumana que podemos ampliar añadiendo aquellos que han aportado argumentos para defenderlos. Abogado defensor al margen, cuando está en su rol.

La víctima

¿Cuál era su repuesta posible?

Frente a una gran amenaza, y más en un estado de limitación física por la embriaguez, no podía luchar, ni huir. Sólo le quedaba el bloqueo, caer en la indefensión. Cuando el miedo, la interpretación prefrontal de la amenaza, es muy grande la respuesta es de bloqueo.

Hemos escuchado estos días testimoniosde otros casos cuya respuesta, incluso con plena conciencia y sin limitación física, fue la misma. Abandonarse.

La respuesta natural humana ante una gran amenaza es la del bloqueo. Como el conejo ante los faros de un coche.

Por otra parte, está bien estudiado que son las mismas endorfinas que producen placer las que calman el dolor. Y tienen el mismo origen, el sistema de recompensa. De ahí la segura confusión química en el cerebro y el cuerpo de la víctima. Y que su expresión pueda ser interpretada equivocamente.

Incluso, hay estudios psicobiológicos que afirman que la descarga de endorfinas, cuando un animal es cazado por su depredador, tiene el propósito de hacer más soportable el proceso de la muerte.

¿Abuso o violación?

Sin duda es difícil ser buen juez y aplicar la justicia de modo justo. Sin dejarse llevar por las creencias y propios prejuicios. Por todos estos filtros que condicionan la percepción y el pensamiento, la corteza prefrontal. No ser tendencioso, no favorecer a los ‘amigos’ ni castigar a los otros.

Pero, como conclusión, pensamos que no es necesario tener un arma en la mano para considerar que se trata de violación. Una manada inhumana de cinco miembros es una terrible amenaza física. Y la víctima no puede defenderse, ni luchar ni huir, porque la respuesta natural es la de bloquearse.

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